El problema es que la Iglesia Católica es uno de los mayores problemas del mundo a nivel global. El auténtico cristiano no necesita símbolos, que en su tiempo sirvieron para marcar lugares secretos de reunión y que sólo al convertirse en elementos de propaganda (S. I) significaron el inicio de la confrontación entre los sí y los no.
El problema es que fascistas (zurdos y diestros) y ultracatólicos se apropian de símbolos que deberían ser universales y los ensucian con sus manos manchadas de sangre de tanto metérselos en sus bolsillos manchados por la sangre de sus manos. No, no estoy dispuesto a que la institución con más asesinatos en su historial en los últimos 20 siglos presida el lugar donde mi hijo se educa. Estoy harto de que se defienda la moderación contra la Iglesia. Estoy harto de que la supuesta tradición y el verdadero privilegio a nivel humano que significa estar educado en valores cristianos se convierta en el más mínimo balón de oxígeno para la cúpula de una empresa que, a mi juicio, es tan execrable como el consejo de administración de Nike o de Coca-cola, sólo que encima pretende erigirse en referente moral y guía del espíritu. De todo corazón: Mierda para ellos.
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