4.150.000 personas en paro no son suficientes para decretar el estado de alarma.
1.000.000 de personas que no reciben ningún ingreso al mes, tampoco.
550.000 más que dejaran de percibir el PRODI en febrero, cayendo en la pobreza, ni de coña.
El Gobierno puede decretar el Estado de Alarma, tras ser sancionado por el rey, en caso de catástrofe natural, bla, bla, bla, bla, bla, bla, y en el caso de que se paralicen servicios sociales imprescindibles para la ciudadanía.
Viajar en avión es una necesidad de primer orden, pero comer, trabajar o dormir bajo un techo no.
El Estado de Alarma es una medida prevista en la Constitución, sólo unos artículos más abajo del reconocimiento como derecho fundamental del ciudadano español a tener una vivienda y un trabajo dignos. ¿Entenderíamos entonces que el ejército movilizara a la clase política y la pusiera bajo su mando, obligándoles a cumplir con sus obligaciones?
El mundo entero lo llamaría golpe de estado.
El mundo entero está formado por naciones que incumplen sus obligaciones para con sus ciudadanos. Movilizar a los controladores es constitucional porque el gobierno lo propone y el rey lo sanciona.
Ningún gobierno va a llevar al congreso una votación para que el ejército les intervenga. He ahí la constitucionalidad de una medida y la inconstitucionalidad de otra.
Hubo tiempos en los que había que temer al ejército mucho más que al gobierno. Ahora no sé.
Hoy, 4 de diciembre de 2010, la izquierda se empequeñece y hace cuentas para ver si llega a fin de mes, y la masa se reparte sin percatarse en dos grandes grupos: la indiferencia y el fascismo.
Los mercados han hecho bien su trabajo: décadas de orquesta de exquisita ejecución. El socialismo es un cadáver que huele. El comunismo, un féretro exhumado. Sus títeres antagónicos se repiten, clónicos, en los parlamentos de todos los países, aburriendo e indignando a la humanidad.
Esta izquierda de careta, cínica, publicitaria, antisocial y manirrota se despide de ocho años de gloria después de lavarle la cara y los bajos a bancos y multinacionales.
Esta derecha, tabernaria, rociera, papagállica e inerme, se lamenta estúpidamente por tomar las riendas de un país al borde de la intervención.
Ambas doctrinas, supuestamente populistas, se ahogan en mierda y en Jean Paul Gautier por igual.
Y, mientras, ¿quién manda?
Para muestra, un botón:
El gobierno anuncia la privatización del 30% de AENA.
Eso quiere decir que ya hay comprador.
El comprador no quiere una plantilla sediciosa ni asume rebeliones pendientes.
El gobierno decreta, leyes y estados de alarma, y la plantilla acata.
Me apuesto lo que queráis a que en los próximos 15 días, periodo en el que los controladores seguirán bajo mando militar, se cerrará la operación de compra.
¿Alguien pensaba que el gobierno estaba cogiendo el toro por los cuernos?
Lo siento, pero la única realidad es que quien va a refinanciar nuestra deuda tiene poder sobre nuestro ejército.
Ciudadanos, al arma.
Leiv Motiv
Quiero pensar que es mentira que todo sea mentira; que no todo está perdido porque ocupemos el rol de perdedores ab initio. No obstante odio el esnobismo de los que bromean con "La teoría de la conspiración" como si fuera moderno ser conservadoramente imbécil, y elegantemente actual asumir que ser el enemigo del enemigo es, aplicando el denominador común, lo mismo que nada. Detesto a la gente que usa la expresión "las reglas de juego" por una razón tan obvia que espero no tener que explicarla. Éste no es un blog amigable. El mundo pone la sosa, yo intentaré poner el vinagre.
alarm-ismo: el último -ismo?
ResponderEliminarque dios nos pille confesaos...
http://www.youtube.com/watch?v=