Leiv Motiv

Quiero pensar que es mentira que todo sea mentira; que no todo está perdido porque ocupemos el rol de perdedores ab initio. No obstante odio el esnobismo de los que bromean con "La teoría de la conspiración" como si fuera moderno ser conservadoramente imbécil, y elegantemente actual asumir que ser el enemigo del enemigo es, aplicando el denominador común, lo mismo que nada. Detesto a la gente que usa la expresión "las reglas de juego" por una razón tan obvia que espero no tener que explicarla. Éste no es un blog amigable. El mundo pone la sosa, yo intentaré poner el vinagre.

viernes, 18 de febrero de 2011

El miedo cambia de bando


Anwar Zibaoui, analista político experto en el mundo árabe resumía con esta frase lapidaria lo que está sucediendo en las últimas semanas, en el programa de ayer de Toni Garrido en RNE. ¿Puede eso ser así, o se trata simplemente de una frase afortunada, pero más cerca de la literatura que del periodismo? Ya no es el pueblo el que tiene miedo de ser oprimido y suprimido, sino los gobiernos los que temen la ira del pueblo, continuaba su razonamiento. Y si esto es así, ¿qué arma o qué poder ha provocado que el peor compañero en la guerra huya al bando de los enemigos?
A simple vista, parecen confirmarse innumerables lemas y dichos populares, de cuya veracidad, por otro lado, nunca dudamos; véase, la unión hace la fuerza, o  divide y vencerás. El pueblo tunecino o egipcio se une, en un alarde de valentía, contención organizativa, tesón y solidaridad social interclasista, y esa fuerza provoca una división definitiva en el seno de las instituciones que integraban el poder fáctico de dichos regímenes.
Suponiendo que estemos de acuerdo con este razonamiento, abordemos la siguiente cuestión. ¿Cuál es el detonante de esta unión? ¿Qué hace de pegamento? ¿La subida del combustible, del trigo y del maiz? ¿La abismal diferencia entre pobres y ricos en el pseudodemocrático sistema de gobierno de los páises árabes? No lo creo. Eso, no sólo ha sido así siempre (e incluso peor), sino que es común denominador en todas las sociedades orientales y occidentales, australes y boreales.
¿Qué fenómeno recorre entonces a estas comunidades y, como un pulso magnético va fundiendo los viejos aparatos eléctricos de los tiranos eternos? Puede que lo que haya sucedido en el mundo árabe no haya sido un cambio propiamente dicho, sino la maduración de ese cambio. El pueblo ha asimilado la libertad que emana de las nuevas tecnologías. Ya tenían internet, como nostros, pero ahora lo han interiorizado (¿lo hemos hecho nosotros?). Internet ha sido ese medio incensurable de manera selectiva desde el que se han convocado las prostestas, el pegamento que ha aglutinado, no sólo a un numero suficiente de ciudadanos, sino también de clases, como para que el miedo haya corrido a cambiar de bando.
Pero como en todas las revoluciones, la mitad se libra dentro del país y la otra mitad fuera. Y a través de Internet hemos visto y oído la revolución egipcia en directo; hemos escuchado los testimonios de decenas de ciudadanos; han retransmitido radio y televisión, a pesar de los intentos de bloqueo informativo por parte del régimen de Mubarak. Y la parte de la revolución que se basa en la presión exterior también se ha visto soportada.
Esto me lleva a otra reflexión, que más que preocuparme me fascina: Si el pueblo usa internet para pedir pan, ¿quiere esto decir que es más fácil el acceso a la tecnología que a la comida?
Por último, ¿es esto aplicable al resto de países, como Marruecos, Argel, Libia o Irán y sus satélites? Cada caso tendría que ser estudiado por separado, y aquéllos cuyos pueblos estuvieran dispuestos a llevar a cabo su cincuenta por ciento de revolución, dependerán del trabajo llevado a cabo por los medios extranjeros. Desde mi humilde persona, mi agradecimiento y más sincera enhorabuena a profesionales como Juan Ramón Lucas, Toni Garrido o Angels Barceló, así como a Rosa Molló, Jon Sistiaga y tantos otros, que sin poner la voz o el rostro, algunos a costa de su vida, nos cuentan cuentos de guerras y revoluciones.
A los primeros por poner el cerebro y el megáfono; a los segundos, por poner el micrófono y el corazón.


1 comentario:

  1. Olé, Mambolándico! No sabes cómo me alegra tu nueva adicción radiofónica!
    Y no dejes de escribir, a muchos nos reconfortan tus dudas y re-flexiones...

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¿Me pasas el vinagre?