Ya está. Ahora tengo claro que la culpa de todo no la tienen los políticos, ni la iglesia, ni los bancos, ni los desastres naturales, ni el cáncer, ni Telecinco.
La culpa de todo no la tiene nadie. Todos tenemos una parte de culpa. Todos tenemos dentro, llamémoslo como queráis: sombras, claroscuros, intenciones aviesas, tempestades... Llamémosle para entendernos BASURA. La mierda que nos salpica el alma, en mayor o menor medida, es la causa de todos los males de este Universo. De nosotros, los más peligrosos, los que se creen limpios. De éstos, los más dañinos, los que menos lo son. Todos nos consideramos maravillosas personas. El imbécil se cree listo; el egoísta, solidario; el intransigente, tolerante; el falso, honesto. Veamos entonces: ¿qué se cree el que es realmente listo, solidario, tolerante y honesto? En el supuesto caso de que exista alguien así, ¿qué opinión tendrá de sí mismo? Imposible de averiguarlo. Tratemos entonces de encontrarlo para preguntarle. ¿Por dónde empezaríais a buscar vosotros? Yo por las cloacas, por los cajeros, debajo de los puentes, en la cárcel, en esos lugares especiales que los débiles de mente y espíritu le hemos reservado a los que podrían escupirnos a la cara la mentira en que se basa nuestro mundo. Nuestro Estado del Bienestar me provoca arcadas, y por mucho que me joda reconocerlo he de decir que tenemos mucho más de lo que nos merecemos.
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¿Me pasas el vinagre?