Leiv Motiv
Quiero pensar que es mentira que todo sea mentira; que no todo está perdido porque ocupemos el rol de perdedores ab initio. No obstante odio el esnobismo de los que bromean con "La teoría de la conspiración" como si fuera moderno ser conservadoramente imbécil, y elegantemente actual asumir que ser el enemigo del enemigo es, aplicando el denominador común, lo mismo que nada. Detesto a la gente que usa la expresión "las reglas de juego" por una razón tan obvia que espero no tener que explicarla. Éste no es un blog amigable. El mundo pone la sosa, yo intentaré poner el vinagre.
lunes, 27 de diciembre de 2010
¿Eh?
Pongamos que un hombre entra en una panadería y pide el periódico. Se lo dan. Después va al quiosco y pide un baguette. Se la dan. Después va al taller y le deja el niño para que se lo cuiden. Y se lo cuidan. Va a la guardería y deja el coche para que le revisen los niveles. Se los revisan. Camina hasta la zapatería y se queja de su espalda. Se la masajean. Acto seguido va a una clínica y le compra los zapatos al médico. Sin más dilación se dirige a la biblioteca. Allí se detiene. Mira a todos lados y grita: ¡Qué pasa, es que no hay camareros!
miércoles, 8 de diciembre de 2010
El Gabinete de Inciativa Pobre o (em)prenderse fuego
Basta de buscar el dinero donde no está. Y si no está en ningún lado, pues sencillamente, basta de buscarlo.
En los tiempos extremadamente hostiles muchos animales hibernan, otros reducen al máximo su movilidad y optimizan sus recursos. Aquellos que ciegamente se obstinan en luchar contra los elementos suelen servir de alimento a los que aguardan la llegada de la primavera. Está claro que los hibernantes son seres dotados para ello: es el ejemplo (didáctico, no zoológico) de la hormiga frente a la cigarra. El ser humano se parece mucho más a la segunda que a la primera, pero sí posee la inteligencia suficiente para medir sus pasos y dar sólo aquellos que son costeables.
Nos pasamos la vida quejándonos del poco tiempo que tenemos cuando tenemos dinero, y del poco dinero que tenemos cuando tenemos tiempo. Esta dicotomía parece de difícil solución, pero una vez más no se trata de forzar la solución sino de reenfocar el problema.
Apartemos en este razonamiento a aquellos que no tienen para comer. A éstos los invito a que roben (aunque sea a mí) y quebranten el sistema que les priva de un trozo de pan. Centrémonos en el caso de la inmensa mayoría de nosotros, que podemos comer pero no saciarnos, dormir pero no soñar, vestirnos pero no disfrazarnos, y hablar con nuestros seres queridos pero no conversar largo y tendido.
El pánico colectivo es el mayor catalizador de las estampidas sociales, desde el principio de los tiempos. ¿Que no hay trabajo? Pues todos a buscarlo. "Pero si llevas tres años en paro y nunca te ha preocupado..." "Ah, no me había dado cuenta".
Teniendo la barriga llena (no pagando el A3, internet, la VISA, el gimnasio y dejando 80€ por fin de semana para copas, no), teniendo la barriga llena, digo, podemos dedicar nuestra mente a otras cosas más productivas que la feroz lucha por meternos en el bolsillo las migajas que patronal, gobierno, sindicatos y bancos nos arrojan como a palomas infectas.
Podemos, sencillamente, sentarnos en un parque a que nos de el sol, o a que nos llueva, qué carajo -el que no tenga paraguas que venga a El Círculo, que tengo mil en el almacén del invierno pasado-.
Podemos pensar en los nuestros, ir a ver a nuestros padres y hermanos, querer más a nuestra mujer y a nuestros hijos, empezar esa novela con la que nunca nos atrevimos y que nadie nunca leerá. Podemos echar mano de los libros, los museos, los periódicos y disfrutar como hacía Hemigway de un café en una plaza rellenando una libreta con fantásticos relatos y cuentas domésticas (2 francos para vino blanco, 3 para la dos haces de leña que calienten el cuarto, otros 3 para media docena de ostras portuguesas -¡cómo le gustaban las ostras portuguesas al condenado!-, 1 para sellos y después ya veremos).
Lo malo de la crisis es que estar parado empieza a verse como una enfermedad degenerativa y crónica. El parado se mira al espejo por la mañana y ve el fracaso y no la libertad. Desea con todas sus fuerzas un trabajo en el que vender cada hora de su vida por cuatro o cinco euros para no llegar a fin de mes.
¿Sabéis cuánto pagaremos por una hora más de vida en nuestro lecho de muerte? ¿Sabéis cómo nos arrepentiremos de todas las que vendimos a cuatro euros?
Espabilad, parados. Si tenéis para comer, dejad de buscar trabajo porque no lo hay. NO LO HAY.
Dejad de autocompaderos, dejad de culpar al sistema, no porque no tenga la culpa, sino porque se la sopla la conciencia y la culpabilidad.
Rebuscad céntimos en los bolsillos, dejad de fumar, cambiad el whisky por la cerveza del carrefour (17 cent. la lata). Haced la compra en el Nevero. Pedid ayuda a la gente que os quiere de verdad y que está en situación de ofrecérosla, y enfocad el presente como un pequeño respiro en la eterna esclavitud que supondrá cobrar, de por vida, el salario mínimo interprofesional.
Cread, pero no en términos empresariales (trampas para osos en tobillos de garzas). Cread en términos de espíritu, haceos fuertes cuando ellos os esperan débiles.
Encaremos a estos hijos de puta y dejémosles bien claro que vamos a ser felices hagan lo que hagan.
En los tiempos extremadamente hostiles muchos animales hibernan, otros reducen al máximo su movilidad y optimizan sus recursos. Aquellos que ciegamente se obstinan en luchar contra los elementos suelen servir de alimento a los que aguardan la llegada de la primavera. Está claro que los hibernantes son seres dotados para ello: es el ejemplo (didáctico, no zoológico) de la hormiga frente a la cigarra. El ser humano se parece mucho más a la segunda que a la primera, pero sí posee la inteligencia suficiente para medir sus pasos y dar sólo aquellos que son costeables.
Nos pasamos la vida quejándonos del poco tiempo que tenemos cuando tenemos dinero, y del poco dinero que tenemos cuando tenemos tiempo. Esta dicotomía parece de difícil solución, pero una vez más no se trata de forzar la solución sino de reenfocar el problema.
Apartemos en este razonamiento a aquellos que no tienen para comer. A éstos los invito a que roben (aunque sea a mí) y quebranten el sistema que les priva de un trozo de pan. Centrémonos en el caso de la inmensa mayoría de nosotros, que podemos comer pero no saciarnos, dormir pero no soñar, vestirnos pero no disfrazarnos, y hablar con nuestros seres queridos pero no conversar largo y tendido.
El pánico colectivo es el mayor catalizador de las estampidas sociales, desde el principio de los tiempos. ¿Que no hay trabajo? Pues todos a buscarlo. "Pero si llevas tres años en paro y nunca te ha preocupado..." "Ah, no me había dado cuenta".
Teniendo la barriga llena (no pagando el A3, internet, la VISA, el gimnasio y dejando 80€ por fin de semana para copas, no), teniendo la barriga llena, digo, podemos dedicar nuestra mente a otras cosas más productivas que la feroz lucha por meternos en el bolsillo las migajas que patronal, gobierno, sindicatos y bancos nos arrojan como a palomas infectas.
Podemos, sencillamente, sentarnos en un parque a que nos de el sol, o a que nos llueva, qué carajo -el que no tenga paraguas que venga a El Círculo, que tengo mil en el almacén del invierno pasado-.
Podemos pensar en los nuestros, ir a ver a nuestros padres y hermanos, querer más a nuestra mujer y a nuestros hijos, empezar esa novela con la que nunca nos atrevimos y que nadie nunca leerá. Podemos echar mano de los libros, los museos, los periódicos y disfrutar como hacía Hemigway de un café en una plaza rellenando una libreta con fantásticos relatos y cuentas domésticas (2 francos para vino blanco, 3 para la dos haces de leña que calienten el cuarto, otros 3 para media docena de ostras portuguesas -¡cómo le gustaban las ostras portuguesas al condenado!-, 1 para sellos y después ya veremos).
Lo malo de la crisis es que estar parado empieza a verse como una enfermedad degenerativa y crónica. El parado se mira al espejo por la mañana y ve el fracaso y no la libertad. Desea con todas sus fuerzas un trabajo en el que vender cada hora de su vida por cuatro o cinco euros para no llegar a fin de mes.
¿Sabéis cuánto pagaremos por una hora más de vida en nuestro lecho de muerte? ¿Sabéis cómo nos arrepentiremos de todas las que vendimos a cuatro euros?
Espabilad, parados. Si tenéis para comer, dejad de buscar trabajo porque no lo hay. NO LO HAY.
Dejad de autocompaderos, dejad de culpar al sistema, no porque no tenga la culpa, sino porque se la sopla la conciencia y la culpabilidad.
Rebuscad céntimos en los bolsillos, dejad de fumar, cambiad el whisky por la cerveza del carrefour (17 cent. la lata). Haced la compra en el Nevero. Pedid ayuda a la gente que os quiere de verdad y que está en situación de ofrecérosla, y enfocad el presente como un pequeño respiro en la eterna esclavitud que supondrá cobrar, de por vida, el salario mínimo interprofesional.
Cread, pero no en términos empresariales (trampas para osos en tobillos de garzas). Cread en términos de espíritu, haceos fuertes cuando ellos os esperan débiles.
Encaremos a estos hijos de puta y dejémosles bien claro que vamos a ser felices hagan lo que hagan.
Imagen tomada de http://psicologia.laguia2000.com/
martes, 7 de diciembre de 2010
La Lola se va a los puertos (USB)
En China, 300 millones de personas son internautas. Uno de cada siete jóvenes es considerado adicto a internet (por usarlo más de 6h al día), según las autoridades del país. En una noticia ofrecida hoy por el canal 24H se explicaba cómo intentan curarlos de su adicción en campamentos militares.
El responsable del campamento mostraba orgulloso las réplicas de armas con las que tratan de sanarlos de su trastorno. "De este modo", arguía "les hacemos ver la diferencia entre las armas que ellos usan y las de verdad".
Perdón, pero me he perdido.
El responsable del campamento mostraba orgulloso las réplicas de armas con las que tratan de sanarlos de su trastorno. "De este modo", arguía "les hacemos ver la diferencia entre las armas que ellos usan y las de verdad".
Perdón, pero me he perdido.
lunes, 6 de diciembre de 2010
La historia insoportable
Hace mucho, mucho tiempo, vivía un hombre malvado cuyo único deseo era hacer llorar a la gente. Pegaba y encerraba a los papás, y a las mamás las insultaba y las condenaba a hacer la comida y planchar la ropa eternamente. Aunque cada uno era distinto, el hombre malvado los obligaba a vestir igual, a vivir igual, y mediante oscuras artes relacionadas con el ilusionismo y el hipnotismo, los incitaba a acusar, delatar y criticar a aquellos que intentaban vivir su vida a su aire, por mucho que fuera así como todos la querían vivir.
Aquel hombre malo, al que no todos consideraban tan malo, había llegado al poder porque muchos habían confiado en él. Aunque era pequeño y débil, había sido aupado por todos aquellos que estaban preocupados y descontentos con los que mandaban antes que él, porque eran revolucionarios pero llevaban corbata, porque predicaban tolerancia pero también odiaban, pero sobre todo, porque no habían mandado nunca en su vida y los partidarios del hombre malo y débil tenían miedo de no poder controlarlos.
Entonces, todos los magos negros arrojaron sus pociones al aire y llenaron el ambiente de razones para pegarse e insultarse, y allá donde llegó el influjo de su magia los hombres se pegaron y se insultaron: de una ciudad a otra ciudad, de una calle a otra calle, de un cuarto a otro cuarto. Vecinos, amigos, hermanos, todos se miraron a los ojos y creyeron odiarse desde el principio del tiempo, y empuñando un arma, se mataron.
Fue entonces cuando el hombre malo, débil y pequeño llegó al poder. En el momento en el que los que mandaban antes fueron derrotados, se revelaron sus verdaderas intenciones, y algunos huyeron, cobardes; otros se resistieron, valientes, y otros se cambiaron de bando, profesionales del poder.
Sólo los vecinos y los hermanos, y en realidad, sólo los muertos, no pudieron decidir cómo asumir el cambio de gobierno.
El hombre malo, pequeño y débil, embutido ahora en una formidable coraza aparecía ante los ojos de medio mundo como un gigante (a los ojos del otro medio como un molino). Dijo: conmigo nadie morirá de hambre, y los hambrientos se dieron cuenta de que los bandos habían desaparecido, y ahora el país se dividía en quien comía y en quien no, justo como antes. Y también que el miedo se había adueñado de los corazones y que nadie estaba seguro al despertarse de si volvería a dormir en su cama o sería llevado ante los ejércitos del hombrecillo, cuya coraza relucía tanto que los guerreros habían olvidado qué había dentro.
Y así pasaron muchos años.
El pueblo, asfixiado y triste, pidió ayuda a gritos a los otros territorios gobernados por hombres que parecían menos malos, pero éstos, aupados al poder por los mismos que habían alzado al hombre malvado, débil y pequeño, ahora dentro de su coraza, recibieron primero consejo y después orden de no intervenir para aliviar el sufrimiento del pueblo que les pedía ayuda. "No seáis tontos", les dijeron. "Si él se va, quién nos comprará las armas. Quién convencerá a vuestro pueblo de que hay otros lugares peores que vuestros países". Y los hombres que gobernaban los otros territorios, igual de pequeños, malvados y débiles, acataron las órdenes que aquellos que los habían aupado en el poder.
Y así siguieron pasando años.
Un buen día, nuestro hombre malvado, débil y pequeño, aún metido en su coraza, se puso enfermo y murió.
Entonces se reunieron los jefes de los clanes que poco a poco se habían ido abriendo hueco al lado de su trono y también los que habían estado escondidos por miedo a ser encerrados, e incluso se llamó a los que, desde las mazmorras, habían contemplado cómo se deshacía el país por el que habían perdiendo la libertad. Incrédulos estos últimos, que hasta ayer habían sido los enemigos del país, se sentaron junto con a los primeros, que eran quienes les habían encerrado, y junto a los segundos, que eran los que les habían abandonado, y en lugar de tomar las armas, como a muchos les hubiera gustado, tomaron entre sus manos un papel y un lápiz.
Un papel y un lápiz.
Los seguidores del hombrecillo malvado, creyéndose herederos naturales de su imperio, consultaron sus fuentes y movieron sus hilos, y se dieron cuenta de que aquellos hombres que los habían aupado antes ahora miraban a otra parte, como si se sintieran incómodos con ellos; como si quisieran ignorar que un día les dieron su apoyo.
Los recién liberados, ahogados en una extraña mezcla de rencor y felicidad, no acertaban a empuñar el lápiz, ni odiar ni a amar, y garabatearon los papeles que tenían delante y miraron a las cámaras que les fotografiaban como a extrañas aves, y se dejaron llevar como niños huérfanos adoptados en Navidad.
Los que habían estado escondidos tomaron la voz cantante. Los hombres que aupaban a los otros hombres al poder, los que movían de verdad los hilos desde el principio de los tiempos, habían colado entre ellos a algunos de los suyos. Estos hablaron de reconciliación, de futuro, de paz y de olvido, y el pueblo que necesitaba escuchar esas palabras para poder seguir viviendo se abalanzó hacia ellos y confió en ellos como muchos otros habían confiado en el hombrecillo malvado. Y tanta era la necesidad que tenían de todo aquello que se les olvidó hablarles del hambre, de la pobreza y la ignorancia; que se les olvidó exigirles pan, leche, huevos y queso; carne, pescado, fruta y verdura. Y libros, y unas monedas para comprarles un regalo a sus hijos.
Los nuevos hombrecillos, los más pequeños de todos los que habían luchado por el país, sintieron sobre sus espaldas el peso del poder y vieron las fauces del dinero y el negro del fondo de los cañones, y sintieron miedo y vergüenza.
Entonces, los aupadores, los de los hilos, viendo que la madera era buena para hacerse otro barco, los sentaron a todos alrededor de una mesa, los escondidos reaparecidos, los encerrados liberados, y los herederos denostados, y les ataron el lápiz a la mano y les plantaron los papeles delante, y les dijeron: "Firmad por el bien de vuestro pueblo". "¿Hay otra alternativa?", preguntaron desde todos los bandos. "Desde luego que no", contestaron aquellos, "pero no temáis. Todos los demás tienen el mismo contrato". "¡Pero esto no puede cumplirse!", coincidieron otra vez, desde todos los bandos. "Claro que sí; con el tiempo. Porque, no esperaréis hacerlo todo en un día, ¿no?", y rieron con camaradería. "No, claro. Harán falta muchos años.", respondieron unos pocos, impacientes por empezar. "¡Y mucho dinero!, añadieron otros, impacientes por discutir "¿Unos años?", resonaron las voces de los aupadores al unísono, seguidas de sus carcajadas. "Queridos compañeros, de unos años nada. Toda una eternidad hará falta. Pero no se preocupen. Nosotros estaremos aquí para apoyarles. y descuiden por el tema del dinero: nosotros se lo prestaremos todo."
*Imagen tomada de google imágenes
Aquel hombre malo, al que no todos consideraban tan malo, había llegado al poder porque muchos habían confiado en él. Aunque era pequeño y débil, había sido aupado por todos aquellos que estaban preocupados y descontentos con los que mandaban antes que él, porque eran revolucionarios pero llevaban corbata, porque predicaban tolerancia pero también odiaban, pero sobre todo, porque no habían mandado nunca en su vida y los partidarios del hombre malo y débil tenían miedo de no poder controlarlos.
Entonces, todos los magos negros arrojaron sus pociones al aire y llenaron el ambiente de razones para pegarse e insultarse, y allá donde llegó el influjo de su magia los hombres se pegaron y se insultaron: de una ciudad a otra ciudad, de una calle a otra calle, de un cuarto a otro cuarto. Vecinos, amigos, hermanos, todos se miraron a los ojos y creyeron odiarse desde el principio del tiempo, y empuñando un arma, se mataron.
Fue entonces cuando el hombre malo, débil y pequeño llegó al poder. En el momento en el que los que mandaban antes fueron derrotados, se revelaron sus verdaderas intenciones, y algunos huyeron, cobardes; otros se resistieron, valientes, y otros se cambiaron de bando, profesionales del poder.
Sólo los vecinos y los hermanos, y en realidad, sólo los muertos, no pudieron decidir cómo asumir el cambio de gobierno.
El hombre malo, pequeño y débil, embutido ahora en una formidable coraza aparecía ante los ojos de medio mundo como un gigante (a los ojos del otro medio como un molino). Dijo: conmigo nadie morirá de hambre, y los hambrientos se dieron cuenta de que los bandos habían desaparecido, y ahora el país se dividía en quien comía y en quien no, justo como antes. Y también que el miedo se había adueñado de los corazones y que nadie estaba seguro al despertarse de si volvería a dormir en su cama o sería llevado ante los ejércitos del hombrecillo, cuya coraza relucía tanto que los guerreros habían olvidado qué había dentro.
Y así pasaron muchos años.
El pueblo, asfixiado y triste, pidió ayuda a gritos a los otros territorios gobernados por hombres que parecían menos malos, pero éstos, aupados al poder por los mismos que habían alzado al hombre malvado, débil y pequeño, ahora dentro de su coraza, recibieron primero consejo y después orden de no intervenir para aliviar el sufrimiento del pueblo que les pedía ayuda. "No seáis tontos", les dijeron. "Si él se va, quién nos comprará las armas. Quién convencerá a vuestro pueblo de que hay otros lugares peores que vuestros países". Y los hombres que gobernaban los otros territorios, igual de pequeños, malvados y débiles, acataron las órdenes que aquellos que los habían aupado en el poder.
Y así siguieron pasando años.
Un buen día, nuestro hombre malvado, débil y pequeño, aún metido en su coraza, se puso enfermo y murió.
Entonces se reunieron los jefes de los clanes que poco a poco se habían ido abriendo hueco al lado de su trono y también los que habían estado escondidos por miedo a ser encerrados, e incluso se llamó a los que, desde las mazmorras, habían contemplado cómo se deshacía el país por el que habían perdiendo la libertad. Incrédulos estos últimos, que hasta ayer habían sido los enemigos del país, se sentaron junto con a los primeros, que eran quienes les habían encerrado, y junto a los segundos, que eran los que les habían abandonado, y en lugar de tomar las armas, como a muchos les hubiera gustado, tomaron entre sus manos un papel y un lápiz.
Un papel y un lápiz.
Los seguidores del hombrecillo malvado, creyéndose herederos naturales de su imperio, consultaron sus fuentes y movieron sus hilos, y se dieron cuenta de que aquellos hombres que los habían aupado antes ahora miraban a otra parte, como si se sintieran incómodos con ellos; como si quisieran ignorar que un día les dieron su apoyo.
Los recién liberados, ahogados en una extraña mezcla de rencor y felicidad, no acertaban a empuñar el lápiz, ni odiar ni a amar, y garabatearon los papeles que tenían delante y miraron a las cámaras que les fotografiaban como a extrañas aves, y se dejaron llevar como niños huérfanos adoptados en Navidad.
Los que habían estado escondidos tomaron la voz cantante. Los hombres que aupaban a los otros hombres al poder, los que movían de verdad los hilos desde el principio de los tiempos, habían colado entre ellos a algunos de los suyos. Estos hablaron de reconciliación, de futuro, de paz y de olvido, y el pueblo que necesitaba escuchar esas palabras para poder seguir viviendo se abalanzó hacia ellos y confió en ellos como muchos otros habían confiado en el hombrecillo malvado. Y tanta era la necesidad que tenían de todo aquello que se les olvidó hablarles del hambre, de la pobreza y la ignorancia; que se les olvidó exigirles pan, leche, huevos y queso; carne, pescado, fruta y verdura. Y libros, y unas monedas para comprarles un regalo a sus hijos.
Los nuevos hombrecillos, los más pequeños de todos los que habían luchado por el país, sintieron sobre sus espaldas el peso del poder y vieron las fauces del dinero y el negro del fondo de los cañones, y sintieron miedo y vergüenza.
Entonces, los aupadores, los de los hilos, viendo que la madera era buena para hacerse otro barco, los sentaron a todos alrededor de una mesa, los escondidos reaparecidos, los encerrados liberados, y los herederos denostados, y les ataron el lápiz a la mano y les plantaron los papeles delante, y les dijeron: "Firmad por el bien de vuestro pueblo". "¿Hay otra alternativa?", preguntaron desde todos los bandos. "Desde luego que no", contestaron aquellos, "pero no temáis. Todos los demás tienen el mismo contrato". "¡Pero esto no puede cumplirse!", coincidieron otra vez, desde todos los bandos. "Claro que sí; con el tiempo. Porque, no esperaréis hacerlo todo en un día, ¿no?", y rieron con camaradería. "No, claro. Harán falta muchos años.", respondieron unos pocos, impacientes por empezar. "¡Y mucho dinero!, añadieron otros, impacientes por discutir "¿Unos años?", resonaron las voces de los aupadores al unísono, seguidas de sus carcajadas. "Queridos compañeros, de unos años nada. Toda una eternidad hará falta. Pero no se preocupen. Nosotros estaremos aquí para apoyarles. y descuiden por el tema del dinero: nosotros se lo prestaremos todo."
*Imagen tomada de google imágenes
domingo, 5 de diciembre de 2010
¿Alarma o al arma?
4.150.000 personas en paro no son suficientes para decretar el estado de alarma.
1.000.000 de personas que no reciben ningún ingreso al mes, tampoco.
550.000 más que dejaran de percibir el PRODI en febrero, cayendo en la pobreza, ni de coña.
El Gobierno puede decretar el Estado de Alarma, tras ser sancionado por el rey, en caso de catástrofe natural, bla, bla, bla, bla, bla, bla, y en el caso de que se paralicen servicios sociales imprescindibles para la ciudadanía.
Viajar en avión es una necesidad de primer orden, pero comer, trabajar o dormir bajo un techo no.
El Estado de Alarma es una medida prevista en la Constitución, sólo unos artículos más abajo del reconocimiento como derecho fundamental del ciudadano español a tener una vivienda y un trabajo dignos. ¿Entenderíamos entonces que el ejército movilizara a la clase política y la pusiera bajo su mando, obligándoles a cumplir con sus obligaciones?
El mundo entero lo llamaría golpe de estado.
El mundo entero está formado por naciones que incumplen sus obligaciones para con sus ciudadanos. Movilizar a los controladores es constitucional porque el gobierno lo propone y el rey lo sanciona.
Ningún gobierno va a llevar al congreso una votación para que el ejército les intervenga. He ahí la constitucionalidad de una medida y la inconstitucionalidad de otra.
Hubo tiempos en los que había que temer al ejército mucho más que al gobierno. Ahora no sé.
Hoy, 4 de diciembre de 2010, la izquierda se empequeñece y hace cuentas para ver si llega a fin de mes, y la masa se reparte sin percatarse en dos grandes grupos: la indiferencia y el fascismo.
Los mercados han hecho bien su trabajo: décadas de orquesta de exquisita ejecución. El socialismo es un cadáver que huele. El comunismo, un féretro exhumado. Sus títeres antagónicos se repiten, clónicos, en los parlamentos de todos los países, aburriendo e indignando a la humanidad.
Esta izquierda de careta, cínica, publicitaria, antisocial y manirrota se despide de ocho años de gloria después de lavarle la cara y los bajos a bancos y multinacionales.
Esta derecha, tabernaria, rociera, papagállica e inerme, se lamenta estúpidamente por tomar las riendas de un país al borde de la intervención.
Ambas doctrinas, supuestamente populistas, se ahogan en mierda y en Jean Paul Gautier por igual.
Y, mientras, ¿quién manda?
Para muestra, un botón:
El gobierno anuncia la privatización del 30% de AENA.
Eso quiere decir que ya hay comprador.
El comprador no quiere una plantilla sediciosa ni asume rebeliones pendientes.
El gobierno decreta, leyes y estados de alarma, y la plantilla acata.
Me apuesto lo que queráis a que en los próximos 15 días, periodo en el que los controladores seguirán bajo mando militar, se cerrará la operación de compra.
¿Alguien pensaba que el gobierno estaba cogiendo el toro por los cuernos?
Lo siento, pero la única realidad es que quien va a refinanciar nuestra deuda tiene poder sobre nuestro ejército.
Ciudadanos, al arma.
1.000.000 de personas que no reciben ningún ingreso al mes, tampoco.
550.000 más que dejaran de percibir el PRODI en febrero, cayendo en la pobreza, ni de coña.
El Gobierno puede decretar el Estado de Alarma, tras ser sancionado por el rey, en caso de catástrofe natural, bla, bla, bla, bla, bla, bla, y en el caso de que se paralicen servicios sociales imprescindibles para la ciudadanía.
Viajar en avión es una necesidad de primer orden, pero comer, trabajar o dormir bajo un techo no.
El Estado de Alarma es una medida prevista en la Constitución, sólo unos artículos más abajo del reconocimiento como derecho fundamental del ciudadano español a tener una vivienda y un trabajo dignos. ¿Entenderíamos entonces que el ejército movilizara a la clase política y la pusiera bajo su mando, obligándoles a cumplir con sus obligaciones?
El mundo entero lo llamaría golpe de estado.
El mundo entero está formado por naciones que incumplen sus obligaciones para con sus ciudadanos. Movilizar a los controladores es constitucional porque el gobierno lo propone y el rey lo sanciona.
Ningún gobierno va a llevar al congreso una votación para que el ejército les intervenga. He ahí la constitucionalidad de una medida y la inconstitucionalidad de otra.
Hubo tiempos en los que había que temer al ejército mucho más que al gobierno. Ahora no sé.
Hoy, 4 de diciembre de 2010, la izquierda se empequeñece y hace cuentas para ver si llega a fin de mes, y la masa se reparte sin percatarse en dos grandes grupos: la indiferencia y el fascismo.
Los mercados han hecho bien su trabajo: décadas de orquesta de exquisita ejecución. El socialismo es un cadáver que huele. El comunismo, un féretro exhumado. Sus títeres antagónicos se repiten, clónicos, en los parlamentos de todos los países, aburriendo e indignando a la humanidad.
Esta izquierda de careta, cínica, publicitaria, antisocial y manirrota se despide de ocho años de gloria después de lavarle la cara y los bajos a bancos y multinacionales.
Esta derecha, tabernaria, rociera, papagállica e inerme, se lamenta estúpidamente por tomar las riendas de un país al borde de la intervención.
Ambas doctrinas, supuestamente populistas, se ahogan en mierda y en Jean Paul Gautier por igual.
Y, mientras, ¿quién manda?
Para muestra, un botón:
El gobierno anuncia la privatización del 30% de AENA.
Eso quiere decir que ya hay comprador.
El comprador no quiere una plantilla sediciosa ni asume rebeliones pendientes.
El gobierno decreta, leyes y estados de alarma, y la plantilla acata.
Me apuesto lo que queráis a que en los próximos 15 días, periodo en el que los controladores seguirán bajo mando militar, se cerrará la operación de compra.
¿Alguien pensaba que el gobierno estaba cogiendo el toro por los cuernos?
Lo siento, pero la única realidad es que quien va a refinanciar nuestra deuda tiene poder sobre nuestro ejército.
Ciudadanos, al arma.
viernes, 3 de diciembre de 2010
Los imbéciles: causas y consecuencias
¿Seré yo? O será ese archiconocido cúmulo de carencias (ignorancia, arrogancia, ombliguismo, imprudencia e incluso mala fe) lo que convierte a una parte jugosa del entorno en memos intratables, en amenazas para mi felicidad. ¿Cuando conseguiré que la ira no me ciegue? ¿Lo deseo acaso? Si no fuera por el vacío que deja la violencia tras de sí (detrás de ese vacío habrá algo mucho peor) abogaría por ella para solucionar un solo problema: el de tener que comerme mi rabia. Sería tan fácil estrellar una cabeza contra la pared y, muerto el perro, se acabó la rabia.
(Desde luego, seré yo.)
Pero el iracundo, como el yonki o el político, encuentra la resistencia a su redención en la misma base de su impuslo vital. Duermo la ira durante horas, días, semanas, y me acostumbro a verla despertarse con legañas en los ojos ya inyectados en sangre. ¿Aplacarla sifgnifica madurar o claudicar? ¿Hacen falta palabras u ostias? Tan convencido como estaba de todo y ahora, que le veo el cartón al muñeco, me entran unas ganas tales de limpiarme el culo con lo políticamente correcto que no sé si merece la pena intentar ser libre y ser bueno, cuando aun nadando en nuestra insultante abundancia somos culpables y estamos presos.
(Desde luego, seré yo.)
Pero el iracundo, como el yonki o el político, encuentra la resistencia a su redención en la misma base de su impuslo vital. Duermo la ira durante horas, días, semanas, y me acostumbro a verla despertarse con legañas en los ojos ya inyectados en sangre. ¿Aplacarla sifgnifica madurar o claudicar? ¿Hacen falta palabras u ostias? Tan convencido como estaba de todo y ahora, que le veo el cartón al muñeco, me entran unas ganas tales de limpiarme el culo con lo políticamente correcto que no sé si merece la pena intentar ser libre y ser bueno, cuando aun nadando en nuestra insultante abundancia somos culpables y estamos presos.
¿Hay vida más allá de la crisis?
Pues claro. De hecho, esos pedazo de hijos de puta no me quitan el sueño, y ni siquiera me dan pesadillas. Hay todo un universo de colores que trasciende el azul de los billetes de 20€. Tiene que ver (ese universo) con la conciencia, con el amor, con la pasión y las ansias por vivir. Con la necesidad de crear (en el papel y en el vientre), con la ilusión de amanecer y el placer de acostarse. Está compuesto (ese universo) por cada inspiración y espiración, por cada gota de sudor que recorre mi frente y cada lágrima que enjuga la manga de mi jersey. Viviremos igualmente, justo hasta que nos muramos. Mientras llegue el final (de ese universo) me conformaré con comparar mi felicidad irreducta a la variz putrefacta que esos vástagos del deshielo tienen enredada en el alma.
Moríos de envidia, reyes del mundo. Jamás gobernaréis en el universo (en ése, en ése).
Moríos de envidia, reyes del mundo. Jamás gobernaréis en el universo (en ése, en ése).
Foto: MACB'10
miércoles, 1 de diciembre de 2010
¿Confianza o con fianza?
Pedirle a los mercados que confíen en España es como pedirle a un nazi que confíe en un negro.
Sembrar con sal
Puestos a llevar la situación al límite, ¿por qué no rompemos la baraja?
Tantas voces que en el inicio de esta locura se alzaban hablando de un cambio de modelo, ahora se han convertido en viento racheado silbando a través de las antenas de Europa. ¿Queremos realmente otro modelo? Quebremos éste. Si los cazadores, guiados pos sus perros, nos rodean y deciden rescatarnos de ellos mismos, aguantemos la respiración hasta que nos revienten los pulmones. Imaginaos que un 50% de la población española decide no pagar la renta 2010.
Si este barco no va a ser nuestro, quemémoslo. Si tienen los huevos de comprar nuestro país, hundámoslo. ¿Queremos otro sistema? Pues quebremos éste.
Tantas voces que en el inicio de esta locura se alzaban hablando de un cambio de modelo, ahora se han convertido en viento racheado silbando a través de las antenas de Europa. ¿Queremos realmente otro modelo? Quebremos éste. Si los cazadores, guiados pos sus perros, nos rodean y deciden rescatarnos de ellos mismos, aguantemos la respiración hasta que nos revienten los pulmones. Imaginaos que un 50% de la población española decide no pagar la renta 2010.
Si este barco no va a ser nuestro, quemémoslo. Si tienen los huevos de comprar nuestro país, hundámoslo. ¿Queremos otro sistema? Pues quebremos éste.
martes, 30 de noviembre de 2010
Reflexiones sobre el documental "La dignidad de los nadies"
El Estado argentino, en connivencia con la banca, roba y hunde en la miseria a millones de sus ciudadanos, celebrando el cambio de milenio. Después, cuando protestan, sencillamente los matan, a base de balas y olvido.
En Argentina, los pobres hablan sabiamente y los ricos dejan que su dinero calle sus vergüenzas.
En Argentina, como en todos lados, la clase política es un mal endémico; un mal con una cura mucho más difícil que el hambre. Los nadies se conforman con un litro de leche, pero los ricos no descansan hasta verlos sin nada.
Por los caminos de matanza, Lucy, una madre viuda o soltera o abandonada, conduce sobre el lodo un carro tirado por un caballo. Dice, sonriendo con más huecos que dientes, que vive bien, que tiene un hijo y que tiene amor, que ha aprendido a vivir con nada, y que hay otros que viven peor. Calla el final de la frase: ¿se refiere a otros que viven peor con menos, o con más?
En Argentina, los pobres hablan sabiamente y los ricos dejan que su dinero calle sus vergüenzas.
En Argentina, como en todos lados, la clase política es un mal endémico; un mal con una cura mucho más difícil que el hambre. Los nadies se conforman con un litro de leche, pero los ricos no descansan hasta verlos sin nada.
Por los caminos de matanza, Lucy, una madre viuda o soltera o abandonada, conduce sobre el lodo un carro tirado por un caballo. Dice, sonriendo con más huecos que dientes, que vive bien, que tiene un hijo y que tiene amor, que ha aprendido a vivir con nada, y que hay otros que viven peor. Calla el final de la frase: ¿se refiere a otros que viven peor con menos, o con más?
domingo, 28 de noviembre de 2010
Europa, la hydra de mil cabezas
¡Cómo hemos podido pensar que éramos uno!
Mirad sus rostros. Tienen miedo y enseñan los dientes.
A lomos de ese monstruo multicéfalo hay un insignificante hombrecillo llamado dinero.
Azuza a la bestia que, perdido el control, se dentellea a sí misma.
Vamos a desangrarnos en silencio.
Eso sí, muy unidos, aunque sólo sea por las bridas y las riendas.
Mirad sus rostros. Tienen miedo y enseñan los dientes.
A lomos de ese monstruo multicéfalo hay un insignificante hombrecillo llamado dinero.
Azuza a la bestia que, perdido el control, se dentellea a sí misma.
Vamos a desangrarnos en silencio.
Eso sí, muy unidos, aunque sólo sea por las bridas y las riendas.
Grandes verdades de la tradición judeo-cristiana (1)
El pecado original es la porción de culpa que ostentamos sobre la muerte y miseria de la parte de la humanidad sobre la que nos apoyamos para auparnos y alcanzar nuestra propia felicidad.
Aceptamos sumisamente que el mundo es así. Claudicamos ante la injusticia.
No, por favor, no os rasguéis las vestiduras. Si incluso Dios lo asumió como error en su intento de perfección, no creo que pueda ser de otra forma.
Pero al menos, dejemos de considerarnos los buenos de la película.
Estamos manchados por la culpa, y eso no hay agua bendita que lo limpie.
Aceptamos sumisamente que el mundo es así. Claudicamos ante la injusticia.
No, por favor, no os rasguéis las vestiduras. Si incluso Dios lo asumió como error en su intento de perfección, no creo que pueda ser de otra forma.
Pero al menos, dejemos de considerarnos los buenos de la película.
Estamos manchados por la culpa, y eso no hay agua bendita que lo limpie.
Elige tu propia aventura...
Formas de vida
Predicar la virtud y benevolencia, lealtad y fidelidad, frugalidad y respeto; reconocer el mérito de los otros aun en perjuicio propio; no tener más fin que la perfección moral: tal es la ambición de los moralistas y filántropos, hombres de consejo e instrucción, pedagogos, viajeros instalados en la ciudad.
Hablar de hechos portentosos; alcanzar fama inmortal; enseñar al gobernante y a sus ministros los ritos que cada uno debe ejecutar; determinar las funciones y oficios de grandes y pequeños; no tener otro móvil que la cosa pública: tal es la ambición de los que frecuentan los tribunales y las cortes, el afán de esos que sólo desean engrandecer a sus amos, extender sus dominios y ver la vida como una serie de victorias conquistadas.
Instalarse en una floresta o al lado de un arroyo; pensar en un lugar escondido; vivir en el ocio; tal es el deseo de los que vagan por ríos y lagos, fugitivos del mundo. Inspiran, espiran, respiran, expelen el aire viejo y llenan su ser con el nuevo, suspenden el aliento, lo dejan escapar con un rumor de alas: son los amantes de la larga vida, artesanos de la perfección física, los duchos en el arte de inhalar y exhalar, los aspirantes a la longevidad de Peng-Tse.
Pero hay otros: sus pensamientos son sublimes sin ser rígidos; nunca han aspirado a la virtud y son perfectos; no logran victorias para el Estado ni otorgan renombre a su patria y, no obstante, influyen secretamente en su pueblo; conquistan la quietud lejos de los arroyos y lagos; viven muchos años y jamás practican el arte de respirar; se despojan de todo y no carecen de nada; pasivos, marchan sin objeto y sin deseo, pero todo lo que es deseable está al alcance de su mano. Tal es la ley del cielo y la tierra, tales los poderes del sabio. Quietud, pasividad, pobreza, la substancia del Método, el secreto de nuestros poderes. El sabio reposa; porque reposa, está en paz; su paz es serenidad. Al pacífico y sereno no lo asaltan ni dañan alegría o tristeza. Intacto, entero, unido a sí mismo y a su ser interior, es invencible.
Chuang-Tzu (S. IV a.c.)
viernes, 26 de noviembre de 2010
Naturalmente, esperanza.
Mi hijo tiene cinco meses, aunque aún no ha salido del vientre de su madre. Aún no sé cómo se llamará, ni mucho menos qué tiempo le tocará vivir. La naturaleza, sabia, destierra el intelecto y atrae hacia sí los instintos. Me importa madre el futuro. Miro la foto en blanco y negro de mi móvil y el día a día me da la bienvenida a su mundo.
jueves, 25 de noviembre de 2010
Derechas e izquierdas
Simplemente mentira.
Algunos ejemplos de verdades:
- Hombre y estado
- Humanidad y burocracia
- Empatía y despotismo
- Vida y existencia
- Muerte y olvido
- Hambre y ansia
Algunos ejemplos de verdades:
- Hombre y estado
- Humanidad y burocracia
- Empatía y despotismo
- Vida y existencia
- Muerte y olvido
- Hambre y ansia
Crucifijos y crucivariables, ¿algún problema?
El problema es que la Iglesia Católica es uno de los mayores problemas del mundo a nivel global. El auténtico cristiano no necesita símbolos, que en su tiempo sirvieron para marcar lugares secretos de reunión y que sólo al convertirse en elementos de propaganda (S. I) significaron el inicio de la confrontación entre los sí y los no.
El problema es que fascistas (zurdos y diestros) y ultracatólicos se apropian de símbolos que deberían ser universales y los ensucian con sus manos manchadas de sangre de tanto metérselos en sus bolsillos manchados por la sangre de sus manos. No, no estoy dispuesto a que la institución con más asesinatos en su historial en los últimos 20 siglos presida el lugar donde mi hijo se educa. Estoy harto de que se defienda la moderación contra la Iglesia. Estoy harto de que la supuesta tradición y el verdadero privilegio a nivel humano que significa estar educado en valores cristianos se convierta en el más mínimo balón de oxígeno para la cúpula de una empresa que, a mi juicio, es tan execrable como el consejo de administración de Nike o de Coca-cola, sólo que encima pretende erigirse en referente moral y guía del espíritu. De todo corazón: Mierda para ellos.
Dame pan y dime tonto
No quiero escuchar la palabra rescate si no escucho primero secuestro.
El dinero no se le puede acabar a aquél que lo fabrica.
Te compro tu dinero y después te lo vendo, y me llevo una. Y esa una nunca me la podrás pagar porque habrás de hacerlo con mi dinero. Ah, ¿quieres dinero para pagar las mil y una unas que me debes? Pues cómpramelo, tonto. Pero que no se te olvide: me debes otra.
El dinero no se le puede acabar a aquél que lo fabrica.
Te compro tu dinero y después te lo vendo, y me llevo una. Y esa una nunca me la podrás pagar porque habrás de hacerlo con mi dinero. Ah, ¿quieres dinero para pagar las mil y una unas que me debes? Pues cómpramelo, tonto. Pero que no se te olvide: me debes otra.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)